miércoles, 24 de marzo de 2010

EL INOLVIDABLE MONSEÑOR OSCAR ROMERO


Cada 24 de marzo se recuerda a Monseñor Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, quien fue asesinado mientras celebraba la Misa, en la Capilla del Hospital Divina Providencia, en 1980. Han pasado ya 30 años.

Monseñor Romero es una figura incomprendida, y sin embargo, amada por muchos en todo el mundo, dentro de la Iglesia católica y fuera de ella. Un obispo que tenía una conciencia profunda de la Iglesia, por esto escoge como lema, Sentir con la Iglesia. La Iglesia, su amor a la Iglesia, es el elemento esencial para entender su misión como pastor, fiel y celoso, en la iglesia particular de El Salvador. Su percepción de la Iglesia no comienza en la década de los 70, sino desde siempre. Nace en una familia cristiana, de joven ingresa al seminario, a los veinte años viaja a Roma para continuar sus estudios, -años que van a marcar su vida de sacerdote y de obispo-, luego desarrolla su ministerio sacerdotal en la diócesis de San Miguel, trabajando incansablemente en las tareas pastorales diocesanas.

En 1970 es nombrado obispo. En los ejercicios espirituales preparatorios anotaba como propósito, entre otros, “Conocer cada día más la Iglesia, mi puesto y mi para con ella”. Posteriormente es nombrado obispo en Santiago de María, y en 1977, nombrado arzobispo de San Salvador. Sólo fueron unos tres años hasta que fue asesinado. Este último periodo de su vida es, con diferencia, el más conocido que los otros. No hay ruptura, hay continuación y profundización en su misión pastoral. Juan Pablo II lo recordaba como el pastor celante, el inolvidable arzobispo Oscar Romero, asesinado mientras celebraba el sacrificio eucarístico.

Un obispo que suscita curiosidad. Aún estaba vivo cuando se le interpretaba en sentidos opuestos. Treinta años después se le conoce poco. Monseñor Romero es incomprendido por unos, desconocido por otros, y amado por muchos. "Romero es nuestro"

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