jueves, 24 de marzo de 2011

XXXI ANIVERSARIO DEL DIES NATALIS DE MONSEÑOR ROMERO


Se cumplen ya el XXXI aniversario del DIES NALATIS de Monseñor Oscar Arnulfo ROMERO. Es decir, de su nacimiento para el cielo. Monseñor Romero corrió su carrera y llegó a la meta.

Lo primero que me gustaría señalar sobre Monseñor Romero es que fue un sacerdote, un obispo y un pastor que amaba mucho a la Iglesia. Su lema episcopal fue “Sentir con la Iglesia”. La Iglesia es el mundo instrumento de unidad y de comunión con Dios y entre los hombres entre sí. La Iglesia está fundada sobre Jesucristo y guiada por los sucesores de los apóstoles. Monseñor Romero aprendió en sus años de estudiante en Roma a tener una admiración y obediencia al Papa. Siempre fue su punto de referencia enseñar sus predicaciones.

Daba también un valor central a la oración. No podemos pensar que dedicara tiempo a la oración solamente en los años más exigentes de su vida, sino que también fue su alimento desde los años de párroco en San Miguel. Fue en los encuentros con Jesús en la oración que fue tomando las decisiones más importantes de su vida. Primero estaba la oración. Fue gran devoto del Sagrado Corazón de Jesús. Y hubiera querido que todos lo fueran. Cómo arderían los corazón en el amor de Dios, lo habría deseado.

En tercer lugar está el amor a los pobres. Esta faceta quizá sea la más destacada en algunos ambientes. Aprendió del Evangelio que para evangelizar a los pobres había que amarlos. Así lo hizo Jesucristo, así lo testimonian los evangelios, así lo enseña también la Doctrina Social de la Iglesia. Su amor a los pobres no comenzó siendo arzobispo, sino que lo había manifestado de muchas maneras siendo sacerdote. Su guía no fue la simple compasión humana, sino la conciencia cristiana iluminada por su magisterio social.

Su muerte en el altar, mientras celebraba la Misa, selló su consagración a Dios en cuerpo y alma.

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