"Estamos ciertamente llamados a la conversión en cada día, pero en este Año lo somos en una manera muy particular, juntamente a cuantos han recibido el don de la Ordenación sacerdotal. ¿A qué debemos convertirnos? Conversión para ser siempre más auténticamente aquello que somos, conversión hacia nuestra identidad eclesial para un ministerio que sea absolutamente consecuente con dicha identidad, con el fin de que una renovada y alegre conciencia del nuestro "ser" determine nuestro "hacer", o mejor, ofrezca el espacio a Cristo, Buen Pastor, para que El pueda vivir dentro de nosotros y actuar a través de nosotros.
Nuestra espiritualidad no puede ser otra que la de Cristo, único y Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento.
En este Año, que el Sumo Pontífice ha providencialmente proclamado, buscaremos todos juntos la referencia a la identidad de Cristo, Hijo de Dios, en comunión con el Padre y el Espíritu Santo, hecho Hombre en las entrañas virginales de María; a su misión de revelar al Padre y a su admirable diseño de salvación. Esta misión de Cristo comporta también la construcción de la Iglesia: El Buen Pastor (cfr. Ju. 19, 1-21), que da su vida por la Iglesia (cfr. Ef. 5, 25).
Convertirse sí cada día para que el estilo de vida de Cristo sea cada vez más el estilo de cada uno de nosotros".
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